martes, 14 de marzo de 2017

Fonología y escritura.

La fonología, al descubrir que bajo las variadas manifestaciones del sonido lingüístico el hablante reducía unas entidades abstractas o primitivos, los fonemas, en sí inmateriales o puramente distintivas, de número mucho más reducido que el de sonidos acústicamente distintos, organizadas en oposiciones sistemáticas y económicas y sometidas a ciertas reglas de combinación, dio a la lingüística del siglo el rango de ciencia. Ese sistema de primitivos, junto al de sus reglas, se descubrió como fundamental en el procesamiento del lenguaje, explicaba la fonología de todas las lenguas y revelaba en ellas un parentesco fundamental. Podría decirse que el sonido lingüístico, que se procesa como fonema aunque admita realizaciones varias, es en cierto modo la cancelación del sonido en bruto, pues supone el control de este sonido instintivo. De este control neurológico que funda el lenguaje el silencio intencional guarda seguramente la huella primitiva: controlar el ruido para mantener silencio fue seguramente la primera forma de control neurológico del sonido. Si esto es así, podemos entender que el lenguaje oral permite no oír, abstraerlos para concentrarse en lo pertinente lingüísticamente, en los fonemas.
Parece lógico que al reconocer el valor de lenguas de las LSs nos preguntemos por este dominio de primitivos abstractos de la articulación del lenguaje, tan conocido en las LOs y tan esencial en nuestro concepto de lengua.
Es muy significativo que la aparición en la escena lingüística de las LSs, a mediados de los años 60, coincida con el triunfo en la misma escena lingüística del paradigma generativo, formulado como estudio explícitamente científico de los hechos lingüísticos que busca la estructura universal de la competencia lingüística humana. Esta confluencia será explícitamente formulada en 1995 por Noam Chomsky afirmando que «aunque altamente especializada, la facultad del lenguaje no está atada a ninguna modalidad sensorial específica, contrariamente a lo que se suponía no hace tanto. Así, el lenguaje de señas de los sordos es muy parecido estructural mente al lenguaje hablado, y su proceso de adquisición muy similar» (Chomsky 1995, 1998: 178). A finales de los 50 y en los sesenta la congruencia de la lingüística del signo con la lingüística general en ese dominio precisamente el más científico y universal de la lingüística, en el de la fonología, todavía no se acababa de reconocer, como muestra el recurso de los primeros trabajos de signolingüística a categorías no definidas científicamente o no universales.
Su falta de congruencia con las rigurosas nociones de la lingüística de las LOs producía el sentimiento de que no estar ante una verdadera lengua. Los conceptos femológicos claves de la fonología son los de primitivos o unidades (rasgo fonológico, fonema, alófono y sílaba), y reglas fonológicas (de combinación y de variación,). Estos conceptos se refieren a fenómenos de articulación que debemos ver, como venimos repitiendo, en su carácter abstracto y general. Y es que de todos los rasgos posibles de la articulación, las lenguas hacen sólo uso sistemáticamente, para diferenciar palabras, de un conjunto muy estricto de entre una rejilla de unas pocas diferencias, las combinan en un número limitado de prototipos de realización  y les aplican un conjunto también estricto de reglas. La competencia del hablante se basa en la capacidad de procesar esos prototipos primitivos y de reconocerlos a través de sus combinaciones y variantes.
Nuestro punto de partida, dentro de la tercera etapa de investigación reseñada por Margaret Deuchar (1987), es que los primitivos señalados se emplean también en el procesamiento de las LSs; y que el rasgo fundamental en la clasificación de los fonemas de las LOs, el rasgo fonológico de constituir el núcleo o bien los márgenes de la sílaba como unidad de articulación, es perfectamente congruente con la diferencia en las LSs entre fonemas de configuración manual y el resto de parámetros.
En las LSs ese papel nuclear y con capacidad de autonomía silábica lo constituyen las configuraciones manuales, los queiremas (Rodríguez 1992: 171), en los que se apoyan los demás elementos fonológicos para articular signos mientras que las configuraciones, como veremos, pueden constituir signo articulado por sí mismas.
La diferencia entre núcleo y márgenes en la articulación signada es fundamental para el estudio del sistema fonológico de las LSs pero también para su escritura. Frente al carácter simultáneo de la signación, el sonido, que acaso es más fugaz, llevaría un orden lineal (se piensa) que la escritura ha retenido. Pero aquí hay un profundo equívoco: la escritura es lineal pero lo que representa no lo es.
El primitivo sílaba, como articulación mínima, muestra y hasta expresa con su misma palabra que el procesamiento lingüístico no se hace de forma lineal, sino leyendo de forma global el conjunto, ni la consonante del ataque se pronuncia antes que la vocal, ni la coda es insensible a lo que la sigue. Este fenómeno es característico del lenguaje, y ha recibido distintos nombres: recursividad, procesamiento holístico, global, o procesamiento de arriba a abajo. El que la escritura simule de forma lineal esa simultaneidad es un asunto totalmente diferente, y esta diferencia, desde nuestro punto de vista, no ha sido tenida suficientemente en cuenta en las propuestas de escritura de LSs. Algo similar sucede cuando se considera la interioridad del sonido, su carácter abstracto, frente a la exterioridad y plasticidad de la articulación manual.
La articulación de los fonemas en las lenguas orales descansa en procesos tan plásticos como en las LSs.
Un último prejuicio, esta vez mantenido especialmente por los propios signantes, afecta especialmente a nuestra propuesta de escritura, y es que la escritura reduce la expresividad de la signación. Es un prejuicio propio de todo iletrado, que no merece más atención, pues esta reducción es precisamente la condición de la escritura, su economía, su universalidad: la escritura propone sin explicitársela al lector la expresividad que contiene, le pone en posición de intérprete y no de mero descodificador. La escritura, como revela su propio nombre, es también gramática, puesta en primer plano de la estructura del lenguaje. La voz que habla o signa en lo escrito no es individual sino colectiva, prototípica, y esa es precisamente la grandeza de la escritura.

Fuente: https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/6302/1/ELUA_13_04.pdf

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